Luis Cásedas
Dept. de Psicología Básica, Universidad Autónoma de Madrid, España

(cc) Anil Seth.
Anil Seth es catedrático de Neurociencia Cognitiva y Computacional en la Universidad de Sussex y Director del Centro de Ciencias de la Conciencia de Sussex. Es una de las voces más destacadas en la investigación actual sobre conciencia y autor de “La creación del yo: Una nueva ciencia de la conciencia”. En esta entrevista, charlamos con el Dr. Seth sobre la ciencia y filosofía de la conciencia. La conversación aborda su enfoque del ‘problema real’ de la conciencia, la idea de la percepción como ‘alucinación controlada’, la naturaleza construida del yo y el papel de la humildad intelectual en el desacuerdo científico. La entrevista concluye con el Dr. Seth presentando el Censo de la Percepción, un ambicioso proyecto de ciencia ciudadana dirigido a cartografiar la diversidad de la experiencia humana.
Pregunta – Para introducir la temática, ¿cuál es tu definición de conciencia?
Respuesta – Suelo usar la definición clásica de Thomas Nagel: un sistema es consciente si hay algo que se siente al ser ese sistema. Es, en realidad, cualquier tipo de experiencia. Es lo que desaparece bajo anestesia general y lo que regresa cuando uno vuelve en sí. Esto distingue la conciencia de otros aspectos que a menudo se confunden con ella, como la inteligencia, un sentido explícito del yo, la metacognición o el lenguaje.
P – En debates sobre conciencia, es común oír hablar del ‘problema difícil’ y el ‘problema fácil’. ¿Podrías describirlos brevemente?
R – El filósofo David Chalmers definió estos dos tipos de problemas. El problema fácil, simplificando un poco, se refiere a cómo funciona el cerebro como sistema biológico complejo. El problema difícil, por su parte, tiene que ver con cómo y por qué cualquier proceso material, cualquier interacción causal física en el cerebro, debería dar lugar o ser idéntica a cualquier tipo de experiencia consciente. Y la intuición detrás de esta distinción es que, en un futuro avanzado de la neurociencia, podríamos resolver el problema fácil y aun así no tener ni idea de cómo resolver el problema difícil.
P – Sin embargo, tú has sugerido que podría haber otro camino, lo que denominas el enfoque del ‘problema real’ (Seth, 2016). ¿Cómo se relaciona, y en qué se diferencia, el problema real de los problemas difícil y fácil?
R – No quiero exagerar la novedad de esta idea. El ‘problema real’ es más bien una nueva etiqueta para capturar gran parte de lo que muchos investigadores ya están haciendo en cualquier caso. Básicamente, consiste en reconocer que hay mucho terreno intermedio que se puede aprovechar entre el problema difícil y el problema fácil. En lugar de esconder el misterio de la conciencia bajo la alfombra o limitarnos a buscar sus correlatos neurales, intentemos construir puentes explicativos entre lo que sucede en el cerebro y el cuerpo y lo que ocurre en la experiencia consciente. Intentemos explicar, predecir y controlar las propiedades de la experiencia consciente, donde estas propiedades son fenomenológicas, experienciales. Esto es, por supuesto, lo que muchos neurocientíficos interesados en la conciencia suelen hacer. Pero lo que yo quería destacar es que, haciendo esto, es posible que encontremos una vía fructífera para quizás disolver, en lugar de resolver, el problema difícil de la conciencia. De manera similar a como, hace 150 años, los biólogos no encontraron la ‘chispa de la vida’, sino que disolvieron el ‘problema difícil de la vida’ al explicar (y predecir, y controlar) las propiedades de los sistemas vivos a partir de la física y la química.
P – En tu concepción de la conciencia, la noción de procesamiento predictivo es importante. ¿Qué es el procesamiento predictivo?
R – El procesamiento predictivo sostiene que una de las funciones centrales del cerebro es la de anticipar las señales sensoriales que va a recibir. Desde esta perspectiva, el cerebro es una máquina de predicción que busca formular la mejor conjetura sobre el estado del mundo y del cuerpo. Si lo piensas desde el punto de vista del cerebro, la información sensorial que le llega es siempre ruidosa y ambigua, de modo que tiene que interpretarla de alguna manera. El procesamiento predictivo sostiene que el cerebro interpreta estas señales sensoriales haciendo predicciones sobre ellas y utilizando dichas señales para ajustar sus predicciones futuras.
P – Relacionado con esto, has calificado la experiencia consciente como una ‘alucinación controlada’. ¿Qué quieres decir con ello?
R – Además de la idea general de que nuestros cerebros son máquinas de predicción, está la afirmación más específica, que a menudo se trata de forma implícita, aunque en mi caso la formulo explícitamente, según la cual lo que experimentamos no es la lectura de las señales sensoriales, sino el contenido de las propias predicciones. Lo que experimentamos es algo que generamos activamente, no un registro pasivo. Por eso, para esta idea, utilizo el lema de la ‘alucinación controlada’. Es alucinación en el sentido de que la experiencia se origina internamente; pero el control es igual de importante, ya que la experiencia también está calibrada, controlada por las señales sensoriales.
P – El título de tu último libro, “La creación del yo” (Seth, 2021), hace referencia a uno de tus principales temas de interés, el yo. ¿De qué manera tu visión de la conciencia desafía nuestra concepción intuitiva del yo?
R – Creo que existen dos principales desafíos a la experiencia del yo tal como la entendemos comúnmente, al menos en Occidente. En primer lugar, tendemos a pensar que el yo es una entidad unificada, que hay una esencia de uno mismo que permanece más o menos inmutable a lo largo del tiempo. En segundo lugar, damos por hecho que el yo, situado en algún punto dentro de la cabeza y observando a través de los ojos, es quien lleva a cabo la percepción de un mundo externo. Creo que ambas concepciones intuitivas del yo están equivocadas. El yo no es una entidad única, sino que está formado por muchas partes distintas y cambiantes: está el yo corporal, el yo emocional, el yo volitivo, el yo narrativo, el yo perspectival… Y todos estos aspectos aparentemente unificados pueden disociarse, y de hecho lo hacen, en determinadas condiciones experimentales o clínicas. Además, en mi opinión, el cerebro construye la experiencia del yo siguiendo los mismos principios con los que construye nuestras experiencias del mundo. En ese sentido, el yo no es la entidad que percibe, sino que es en sí mismo una percepción.
P – Tu perspectiva parece reflejar ideas fundamentales de la filosofía oriental, como, por ejemplo, la noción budista de ‘anattā’ (que significa ausencia de un yo permanente e inmutable). ¿Tu trabajo se inspira en el pensamiento oriental o es más bien un ejemplo de convergencia epistemológica entre la ciencia y la filosofía?
R – Creo que es más bien lo segundo, aunque no descarto cierta influencia. Nunca he estudiado en profundidad las escrituras del budismo o el hinduismo, pero las descubrí relativamente joven y en algunos aspectos me resultaron muy atractivas. Creo que existe una convergencia entre la ciencia y estas tradiciones, la cual es reconocida desde hace ya bastante tiempo, especialmente en lo que respecta al budismo. Sin embargo, también hay diferencias fundamentales. No creo que la neurociencia se tenga que limitar a redescubrir lo ya conocido; pienso que lo que aprendemos sobre el cerebro aporta nuevas dimensiones. Y hay algunos aspectos del pensamiento oriental que continúan siendo profundamente contradictorios con una perspectiva materialista. Así que, aunque creo que hay un intercambio saludable entre estas perspectivas, personalmente no me propuse validar una perspectiva budista desde la neurociencia. Me acerqué a este tema tratando de entender el cerebro con las herramientas que tenía, que eran fundamentalmente las de la ciencia y la filosofía occidental, y la convergencia ha sido parte del camino.
P – Desde el budismo se promueve la práctica de la meditación como medio para cultivar estados de conciencia saludables. Los psicodélicos son un método distinto, aunque relacionado, conocido por su profunda capacidad para alterar la conciencia y que últimamente está recibiendo gran atención. En tu opinión, ¿cómo afectan la meditación y los psicodélicos a la mente?
R – Creo que son dos experiencias claramente distintas, pero ambas pueden ayudarnos a cuestionar ese realismo ingenuo que aplicamos irreflexivamente en nuestra vida cotidiana. En meditación, puedes tener experiencias en las que te das cuenta de que algunos aspectos que normalmente das por sentados en tu experiencia no siempre están ahí, experiencias como las de disolución del ego, y esto puede servir de evidencia vivencial de que el yo es algo construido en lugar de una entidad fija. Los psicodélicos pueden producir un efecto similar. Ciertos compuestos psicodélicos pueden inducir una forma bastante completa de disolución del ego, en la cual la experiencia persiste, pero sin la vivencia de ser un yo. Por supuesto, hay muchas otras similitudes y también muchas, muchas diferencias. Sin embargo, creo que ambos fenómenos son de interés científico en tanto revelan un espacio más amplio de experiencias posibles y permiten identificar aspectos que quizá no deberíamos asumir como dados.
P – Volviendo a los problemas de la conciencia, ¿hasta qué punto dirías que los desacuerdos actuales entre teorías científicas de la conciencia se deben a cuestiones de lenguaje? Por ejemplo, en lo relativo a cómo las distintas posturas definen sus conceptos clave, incluida la propia conciencia.
R – Este es un tema realmente importante. Es algo que hemos visto en la reciente colaboración adversarial entre la Teoría del Espacio de Trabajo Global y la Teoría de la Información Integrada. Ambas son teorías muy interesantes sobre la conciencia, pero lo que están intentando explicar parece ser distinto en aspectos relevantes. Esto dificulta su comparación directa. Un paralelo histórico sería el de la física newtoniana y la relatividad de Einstein. Ambas eran teorías de la gravedad y ambas estaban de acuerdo en ello, lo cual hizo posible una comparación más directa. Todavía no hemos llegado a ese punto en lo que respecta a las teorías de la conciencia, y creo que uno de los beneficios de la colaboración adversarial es que, si bien no resuelve el problema, lo saca a la luz y permite abordarlo. Eso ya es un paso en la dirección adecuada.
P – Abordar un problema científico tan complicado como la conciencia parece requerir de una buena dosis de humildad intelectual. Has aludido a este asunto (Gomez-Marin & Seth, 2025) en respuesta a la controversia reciente en la que una prominente teoría de la conciencia ha sido acusada de ser pseudocientífica en una carta firmada por más de un centenar de investigadores. ¿Podrías compartir tu perspectiva sobre este debate y el papel que, en tu opinión, debería desempeñar la humildad intelectual en él?
R – Como dices, se ha generado controversia sobre el estatus científico de la Teoría de la Información Integrada (TII), algo sobre lo que Alex Gómez Marín y yo escribimos recientemente un artículo de opinión. En esencia, ambos considerábamos que tachar esta teoría de pseudocientífica no constituye una acusación justa. En nuestra opinión, la TII forma parte del ámbito científico, ya que formula algunas predicciones comprobables y posee al menos cierto poder explicativo. Se han planteado otras acusaciones al respecto de si la teoría se ha promocionado excesivamente, pero para mí eso no tiene relevancia a la hora de determinar si es o no una teoría científica. Al mismo tiempo, por parte de la TII existe cierta tendencia a afirmar que la única alternativa a su postura implicaría considerar al cerebro como una especie de computadora y a la conciencia como una suerte de algoritmo. Y creo que eso también es un error. Hay muchas teorías que difieren de la TII y no recurren a la metáfora que equipara el cerebro a un ordenador.
En conjunto, cuando miremos atrás, espero que este episodio sea instructivo para los estudiantes e investigadores del campo sobre cómo abordar este tipo de disputas. Creo que, al enfocarlo de ese modo, se pueden sacar aspectos positivos. Y uno de esos aspectos, respondiendo a tu pregunta, es precisamente esta humildad que reconoce que la conciencia es un problema verdaderamente difícil de resolver para el que ni siquiera sabemos qué aspecto podría tener una solución satisfactoria. Así que sí, creo que una dosis de humildad intelectual es necesaria y puede ser muy útil.
P – Quizá la humildad intelectual surgiría de forma natural si reconociésemos que las personas podemos experimentar el mundo de formas diversas. Creo que esto está relacionado con tu proyecto Censo de la Percepción. Para terminar la entrevista, ¿podrías contarnos un poco sobre esta iniciativa?
R – La idea central detrás del Censo de la Percepción es que todos tenemos experiencias conscientes distintas, incluso para una misma realidad objetiva, ya que nuestra experiencia no es una simple lectura pasiva del mundo sino un acto de construcción. Por ello, cabe hipotetizar que existirán diferencias individuales en la percepción, del mismo modo que las hay en aspectos externos como la altura, el peso, etc. Por supuesto, ya sabemos que existen estas diferencias individuales, es algo que se ha estudiado en psicología por décadas, pero la mayoría de los estudios previos se centran en uno o en pocos aspectos de la percepción. Nosotros queríamos abordar esto a una escala mucho mayor, examinando muchos aspectos diferentes de manera conjunta para intentar comprender si tenemos personalidades perceptivas, huellas dactilares perceptivas. Me parece una pregunta sumamente interesante, ya que probablemente subestimamos lo diferentes que son nuestras formas de experimentar el mundo, y por ello me entusiasma tanto poder arrojar luz sobre este tema. Utilizamos 55 tareas distintas, algunas eran cuestionarios, otras tareas perceptivas, todas accesibles en línea. ¡Y hemos conseguido recoger una muestra de casi 40.000 personas! Actualmente estamos analizando los datos y dentro de poco los publicaremos en línea en acceso abierto para que otros investigadores puedan utilizarlos para poner a prueba sus propias hipótesis.
La entrevista ha sido editada por longitud y claridad.
Referencias
Gomez-Marin, A. & Seth, A. K. (2025). A science of consciousness beyond pseudo-science and pseudo-consciousness. Nature Neuroscience, 28, 703–706.
Seth, A. K. (2016). The Real Problem. Aeon.
Seth, A. K. (2021). La Creación del Yo: Una Nueva Ciencia de la Conciencia. Editorial Sexto Piso.
Para saber más
Mudrik, L., Boly, M., Dehaene, S., Fleming, S. M., Lamme, V., Seth, A. K., & Melloni, L. (2025). Unpacking the complexities of consciousness: Theories and reflections. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 106053.
The Perception Census: https://perceptioncensus.dreamachine.world
Manuscrito recibido el 27 de mayo de 2025.
Aceptado el 30 de mayo de 2025.
Ésta es la versión en español de
Cásedas, L. (2025). Problems of consciousness (and how to handle them): Interview with Anil Seth. Ciencia Cognitiva, 19:2, 56-60.