Antoni Gomila
Dept. de Psicología, Universitat de les Illes Balears, España.
¿Cómo distinguimos qué movimientos son voluntarios y cuáles no? Gracias al trabajo de Sato y Yasuda (2005) sobre los factores determinantes de nuestra experiencia agente, parece que la clave está en que anticipamos de manera automática la estimulación sensorial propioceptiva que debe seguir a determinada intención motora, en una escala temporal muy precisa. Sus resultados avalan el modelo cibernético de control motor denominado «del modelo interno y la copia de eferencia».

Nuestras complejas impresiones sobre personas o grupos sólo tienen dos dimensiones subyacentes: la competencia y la sociabilidad. Además, ciertos factores sociales (como el prestigio, o las relaciones que mantengamos con los otros grupos) permiten predecir cuál será la impresión que nos formaremos. Diversos estudios indagan sobre estas cuestiones.
El cerebro genera ritmos sin parar. Los ritmos cerebrales constituyen un lenguaje de comunicación entre neuronas mientras procesan información. La investigación dedicada a descifrar este lenguaje está revolucionando tanto teorías neurocientíficas como aplicaciones clínicas y tecnológicas. Hoy se piensa que los ritmos cerebrales cumplen un papel crucial en funciones cognitivas como percibir, recordar o moverse. El control a través del pensamiento de objetos electrónicos reales o virtuales ha dejado de ser una ficción gracias al desarrollo de la interfaz cerebro-computadora.
La inteligencia abstracta es lo que más nos diferencia de los restantes animales. Su origen continúa siendo un misterio sujeto a debate. Hay quienes afirman que emergió paulatinamente. En este sentido se ha propuesto que incorporar la carne a la dieta de los homínidos pudo haber sido el detonante que la hizo surgir. Pero esta hipótesis tiene sus lagunas.
¿Puede afectar el lenguaje que hablamos al modo en que procesamos la música? En este artículo se revisa un experimento reciente que parece respaldar esta idea, y que señala la alta correlación existente entre la capacidad conocida como «oído absoluto» (i.e., la capacidad de identificar una nota musical sin ninguna otra referencia) y el ser hablante de lenguas tonales (i.e., aquéllas en las que el significado léxico varía según la entonación).