El estudio de hábitos dentro del laboratorio

Pablo Martínez-López, Sara Molinero y David Luque
Dpto. Psicología Básica, Universidad de Málaga, Instituto de Investigación Biomédica de Málaga y Plataforma en Nanomedicina-IBIMA Plataforma BIONAND, España

(cc) dreamstime.

(cc) dreamstime.

La repetición de acciones puede llevar a que estas se disocien de sus objetivos originales y se conviertan en hábitos. Aunque este fenómeno se ha demostrado de manera consistente en estudios con animales, no ha sido fácil reproducirlo en experimentos con humanos. En respuesta a estos problemas traslacionales, en los últimos años se han desarrollado diversos protocolos y medidas para inducir y detectar la formación de hábitos dentro del laboratorio.

[Versión en pdf]

Cuando actuamos, a veces nos detenemos a evaluar cuidadosamente qué decisión tomar; otras veces, simplemente seguimos nuestros hábitos. Estos hábitos se forman cuando repetimos una acción con suficiente frecuencia en un contexto específico. Una vez establecidos, se activan automáticamente al percibir el estímulo o situación familiar, sin evaluar sus consecuencias y requiriendo poco esfuerzo cognitivo (Dickinson, 1985). Un ejemplo ilustrativo es cuando conducimos hacia el trabajo. Las primeras veces que lo hicimos probablemente nos costó cierto esfuerzo, pues tuvimos que evaluar y planificar las posibles rutas. Sin embargo, con el tiempo y la repetición, elegir el camino hacia la oficina se vuelve algo cada vez más instintivo. Así, los hábitos nos permiten ahorrar tiempo y energía al tomar decisiones. No obstante, cuando nuestros objetivos cambian, este comportamiento automático nos puede llevar a realizar acciones que en realidad no deseamos, como salir de casa un día festivo y tomar la ruta hacia el trabajo.

La investigación sugiere que una excesiva tendencia a actuar guiados por nuestros hábitos contribuye a la persistencia de comportamientos perjudiciales y al desarrollo de patología obsesivo-compulsiva. Por ello, científicos de todo el mundo han estudiado cómo se forman y manifiestan los hábitos. Entender y caracterizar este proceso es crucial para abordar problemas relevantes de salud y bienestar en la sociedad.

Figura 1. A la izquierda se muestra el diseño experimental utilizado por Hardwick et al. (2019). En la primera fase, los participantes practicaron cuatro asociaciones estímulo → respuesta→ acierto: ante cada estímulo el participante debía presionar un botón con uno de los dedos (indicado en verde). El entrenamiento continuaba hasta alcanzar veinte aciertos consecutivos (entrenamiento mínimo) o durante cuatro días (entrenamiento extenso, para que se formen hábitos de respuesta). En la segunda fase, dos de las cuatro asociaciones intercambiaron sus respuestas, de manera que la respuesta entrenada ahora sería incorrecta (indicado en rojo) y habría una respuesta novedosa correcta (indicado en verde). Este nuevo conjunto de asociaciones se practicaba hasta conseguir veinte aciertos consecutivos. En la última fase, en el test de respuesta forzada, los participantes escuchaban una secuencia de tonos y se les mostraba uno de los estímulos en un momento aleatorio de la secuencia. Los participantes debían dar una respuesta siguiendo el conjunto de asociaciones aprendidas en la segunda fase y, además, sincronizándola con el final de la secuencia de tonos. Esto permitía manipular en cada ensayo la cantidad de tiempo que tenían para preparar la respuesta correcta o, en otras palabras, el tiempo desde que ven el estímulo y dan la respuesta al escuchar el último tono. A la derecha se muestra el resultado clave del estudio, donde el error habitual se refiere a los casos en que, ante estímulos con respuestas intercambiadas, los participantes dieron la respuesta entrenada originalmente, pero ahora errónea.

Figura 1. A la izquierda se muestra el diseño experimental utilizado por Hardwick et al. (2019). En la primera fase, los participantes practicaron cuatro asociaciones estímulo → respuesta→ acierto: ante cada estímulo el participante debía presionar un botón con uno de los dedos (indicado en verde). El entrenamiento continuaba hasta alcanzar veinte aciertos consecutivos (entrenamiento mínimo) o durante cuatro días (entrenamiento extenso, para que se formen hábitos de respuesta). En la segunda fase, dos de las cuatro asociaciones intercambiaron sus respuestas, de manera que la respuesta entrenada ahora sería incorrecta (indicado en rojo) y habría una respuesta novedosa correcta (indicado en verde). Este nuevo conjunto de asociaciones se practicaba hasta conseguir veinte aciertos consecutivos. En la última fase, en el test de respuesta forzada, los participantes escuchaban una secuencia de tonos y se les mostraba uno de los estímulos en un momento aleatorio de la secuencia. Los participantes debían dar una respuesta siguiendo el conjunto de asociaciones aprendidas en la segunda fase y, además, sincronizándola con el final de la secuencia de tonos. Esto permitía manipular en cada ensayo la cantidad de tiempo que tenían para preparar la respuesta correcta o, en otras palabras, el tiempo desde que ven el estímulo y dan la respuesta al escuchar el último tono. A la derecha se muestra el resultado clave del estudio, donde el error habitual se refiere a los casos en que, ante estímulos con respuestas intercambiadas, los participantes dieron la respuesta entrenada originalmente, pero ahora errónea.

Los laboratorios que estudian el comportamiento animal suelen usar el paradigma de devaluación de la consecuencia para determinar si una acción está guiada por objetivos o hábitos (Adams, 1982). En estos experimentos, las ratas practican numerosas veces asociaciones instrumentales estímulo → respuesta → recompensa, como, por ejemplo, presionar una palanca para obtener comida. Al inicio, la rata pulsaría la palanca con la expectativa de conseguir la comida, pero, con la práctica, la rata daría la respuesta aunque ya no desease esa recompensa. Para probar esto, los investigadores devalúan la recompensa tras el entrenamiento, reduciendo así su valor motivacional. Esto se logra alimentando a la rata en exceso o contaminando el alimento, con lo que la comida pierde valor para ella. Si sigue presionando la palanca aunque la comida ya no le interese, esto indica que su conducta se ha vuelto un hábito y, por tanto, está desvinculada de las consecuencias y generada automáticamente al percibir un contexto familiar.

Los estudios en humanos han intentado replicar la metodología de los experimentos con animales para inducir y detectar hábitos. Generalmente, los participantes asisten varios días al laboratorio para aprender en un ordenador asociaciones similares a las descritas. Por ejemplo, aprenden que, al ver una figura en la pantalla, si pulsan la barra espaciadora recibirán dinero. Después, como en los estudios con animales, se devalúa la recompensa (p. ej., se les informa que ahora responder conlleva perder dinero). A diferencia de lo que sucede en animales, los humanos suelen ser capaces de suprimir fácilmente la respuesta entrenada y no seleccionar el resultado devaluado. Esta falta de evidencia de hábitos llega a cuestionar si realmente un hábito se forma a través de la repetición, al no poderse trasladar los principales resultados con animales a humanos (de Wit et al., 2018).

Pero Hardwick y colaboradores (2019) mostraron que es posible detectar los hábitos si se pone a los participantes bajo alta presión de tiempo. De manera similar a los estudios previos, en este experimento (Figura 1) los participantes sobreentrenaron varias asociaciones instrumentales. Tras este entrenamiento se informó a los participantes que tendrían que cambiar las respuestas que daban a algunos de los estímulos. No obstante, los autores usaron un test de respuesta forzada que limitaba el tiempo disponible para responder, revelando que, bajo alta presión temporal (300-600 ms para responder), los participantes repetían los hábitos previamente entrenados, aunque ahora fuesen desadaptativos. Esto demostró que, aunque los hábitos se forman con la experiencia, podrían ser detectables únicamente en condiciones muy específicas, donde los nuevos objetivos no consigan inhibirlos.

Luque y colaboradores (2020) propusieron una forma indirecta de medir los hábitos analizando los tiempos de reacción. En su estudio, los participantes practicaron asociaciones instrumentales durante varios días. Después, se devaluó la recompensa y estos debieron seguir una nueva asociación para evitar perder dinero. Se descubrió que, si bien los participantes podían cambiar a las nuevas asociaciones con éxito, sus tiempos de reacción eran mayores si el entrenamiento original se había extendido durante días. Es decir, aunque los participantes podían seguir sus objetivos con facilidad, el esfuerzo requerido aumentó tras haber desarrollado un hábito incompatible. Este efecto, sin embargo, sólo se observó cuando había presión de tiempo para responder.

En conclusión, la evidencia apoya que la experiencia y la repetición forma hábitos, pero su detección en personas ha sido únicamente posible en condiciones de presión de tiempo. Esto sugiere que, cuando los objetivos cambian, tenderemos más a seguir nuestros hábitos si nuestros recursos cognitivos están comprometidos como, p. ej., en situaciones de presión, estrés o sobrecarga de memoria de trabajo.

Referencias

Adams, C. D. (1982). Variations in the Sensitivity of Instrumental Responding to Reinforcer Devaluation. Quarterly Journal of Experimental Psychology Section B, 34, 77–98.

de Wit, S., et al. (2018). Shifting the balance between goals and habits: Five failures in experimental habit induction. Journal of Experimental Psychology: General, 147, 1043–1065.

Dickinson, A. (1985). Actions and habits: The development of behavioural autonomy. Philosophical Transactions of the Royal Society of London. B, Biological Sciences, 308, 67–78.

Hardwick, R. M., Forrence, A. D., Krakauer, J. W., & Haith, A. M. (2019). Time-dependent competition between goal-directed and habitual response preparation. Nature Human Behaviour, 3, 1252–1262.

Luque, D., Molinero, S., Watson, P., López, F., J., & Le Pelley, M., E. (2020). Measuring habit formation through goal-directed response switching. Journal of Experimental Psychology: General, 149, 1449–1459.

Manuscrito recibido el 11 de agosto de 2024.
Aceptado el 28 de diciembre de 2024.

(Visitado 301 veces, 1 visitas hoy)

Los comentarios están cerrados.

Post Navigation