Francisco Garre Frutos
Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC), Universidad de Granada, España

(pixabay) Tumisu.
En los últimos años, numerosos estudios han explorado el impacto del aprendizaje sobre nuestra atención. Investigaciones recientes sugieren que nuestro sistema atencional prioriza aquellos estímulos que predicen eventos positivos o negativos, lo que implica que aquello que nos gusta o disgusta tiende a capturar más nuestra atención. En este artículo, revisamos estudios que sugieren que estos sesgos atencionales ocurren de manera automática, incluso cuando las personas intentan evitarlos conscientemente.
Nuestro mundo nos bombardea constantemente con millones de estímulos, por lo que es imprescindible distinguir lo que es relevante de lo que no. Por ejemplo, si vamos al supermercado a comprar manzanas verdes, tiene sentido que nuestra atención se dirija a aquellos estímulos que compartan características con lo que estemos buscando, es decir, objetos verdes y redondos. Al mismo tiempo, también es probable que atendamos a elementos que destaquen por sus características perceptivas, aunque no los estemos buscando, como un plátano que hayan colocado por error en la sección de manzanas. Finalmente, puede ocurrir que atendamos a productos que simplemente nos gusten por la historia de aprendizaje que tenemos con ellos, como nuestra marca favorita de chocolate, incluso aunque no tengamos la intención de comprarlos ni sean especialmente llamativos.
Aunque la idea de que aquello que nos gusta puede influir en nuestra atención es intuitiva, solo recientemente se ha empezado a estudiar este fenómeno en el laboratorio (Anderson et al., 2021). En este sentido, la investigación ha revelado que es posible manipular la cantidad de atención que recibe un estímulo arbitrario si manipulamos su capacidad de predecir eventos positivos o negativos. Al parecer, este sesgo atencional opera de una forma inflexible y automática. Un ejemplo claro de la automaticidad de estos sesgos atencionales lo podemos encontrar en el estudio de Le Pelley et al. (2015). En este estudio, los participantes realizaron una tarea en la que debían buscar un estímulo con una forma diferente del resto, por ejemplo, un rombo entre los círculos de la Figura 1.

Figura 1. Representación esquemática de la tarea empleada por Le Pelley et al. (2015).
Los participantes podían ganar dinero si dirigían la mirada rápidamente hacia el rombo. Ahora bien, la cantidad de dinero que ganaban dependía del color de uno de los círculos que también aparecía en la pantalla, que podía presentarse en dos colores posibles: uno que indicaba baja recompensa (azul en la Figura 1) y otro que indicaba alta recompensa (rojo en la Figura 1). Los participantes eran informados de que podrían obtener recompensas si conseguían mirar el rombo directamente, pero si miraban a los distractores coloreados no ganarían ningún dinero. A pesar de ello, los resultados mostraron que miraban al distractor con más frecuencia cuando se presentaba en el color que indicaba alta recompensa. En otras palabras, las personas atendían más al distractor que señalaba alta recompensa, aunque eso fuera en contra de sus intereses, y aunque no fuese necesariamente más “saliente” que el distractor de baja recompensa.
Le Pelley et al. (2015) pusieron de manifiesto que este tipo de sesgos atencionales se dan de forma relativamente automática. El resultado anterior también parece ocurrir en condiciones en las que lo que predice el distractor no es dinero, sino la intensidad de una descarga eléctrica (Nissens et al., 2016) y aunque las personas sean explícitamente informadas de que mirar al distractor es completamente contraproducente (Pearson et al., 2015). Esta tendencia persiste aunque los distractores dejen de predecir la posibilidad de obtener recompensas (Watson et al., 2019).
Por impactante que pueda parecer, las personas intentan evitar atender a estos distractores, pero son incapaces de conseguirlo. Cuando se deja de penalizar a los participantes por mirar a los distractores, estos sesgos atencionales se magnifican (Pearson et al., 2020), lo que sugiere que los participantes están intentando no atender al distractor de alta recompensa en condiciones en las que atenderlo es realmente contraproducente. La forma en la que las personas intentan controlar su atención al distractor parece ocurrir de manera reactiva. Es decir, no pueden prepararse proactivamente para evitar mirar al distractor de alta recompensa, pero parecen ser capaces de contrarrestar su influencia si el inicio del movimiento ocular ocurre de forma más tardía (Pearson et al., 2021). En otras palabras, si tienen el tiempo suficiente pueden inhibir el movimiento ocular, lo que sugiere que el control que pueden ejercer las personas sobre esta forma de atención es limitado.
Así, estímulos aparentemente irrelevantes pueden convertirse en potentes imanes atencionales si adquieren la capacidad de predecir consecuencias apetitivas o aversivas. Las personas varían en su tendencia a dejarse llevar por estos imanes, lo que puede tener importantes consecuencias, por ejemplo, en las adicciones (Anderson, 2021). La atención automática a estímulos relacionados con el objeto de la adicción puede ayudar a perpetuar esos hábitos desadaptativos. Si un fumador está intentando dejar de fumar, pero encuentra estancos y otras personas fumando en la calle, la tendencia a atender a esos estímulos podrá aumentar la probabilidad de recaída.
En conclusión, la influencia que ejerce el aprendizaje sobre la atención está tomando cada vez más relevancia en la investigación psicológica. Entender el rol que juegan estos sesgos no solo tiene consecuencias teóricas, sino también importantes aplicaciones para condiciones psicopatológicas en las que la atención puede estar actuando de forma desadaptativa.
Referencias
Anderson, B. A. (2021). Relating value-driven attention to psychopathology. Current Opinion In Psychology, 39, 48-54.
Anderson, B. A., et al. (2021). The past, present, and future of selection history. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 130, 326-350.
Le Pelley, M. E., Pearson, D., Griffiths, O., & Beesley, T. (2015). When goals conflict with values: counterproductive attentional and oculomotor capture by reward-related stimuli. Journal of Experimental Psychology: General, 144, 158-171.
Nissens, T., Failing, M., & Theeuwes, J. (2016). People look at the object they fear: oculomotor capture by stimuli that signal threat. Cognition and Emotion, 31, 1707–1714.
Pearson, D., & Le Pelley, M. E. (2020). Learning to avoid looking: Competing influences of reward on overt attentional selection. Psychonomic Bulletin & Review, 27, 998-1005.
Pearson, D., & Le Pelley, M. E. (2021). Reward encourages reactive, goal-directed suppression of attention. Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance, 47, 1348.
Pearson, D., et al. (2015). Cognitive control and counterproductive oculomotor capture by reward-related stimuli. Visual Cognition, 23, 41–66.
Manuscrito recibido el 27 de septiembre de 2024.
Aceptado el 21 de octubre de 2024.
Ésta es la versión en español de
Garre Frutos, F. (2025). Is wanting enough? Control and automaticity in learned attentional biases. Ciencia Cognitiva, 19:1, 8-10.