Pamela Barone (a,b), Guido Corradi (b,c) y Antoni Gomila (a,b)
(a) Dept. de Psicología, Universidad de las Islas Baleares, España
(b) Grupo de Evolución y Cognición Humana (EvoCog), UIB, IFISC, Unidad asociada a CSIC, España
(c) Dept. de Psicología, Facultad de Educación y Salud, Universidad Camilo José Cela, España
La capacidad de los niños para comprender las creencias falsas de otras personas suele explorarse mediante una serie de tareas en las que los niños deben predecir cómo se comportará una persona que tiene información incorrecta sobre algún evento. Una nueva generación de tareas que no requieren respuesta verbal ha llevado a algunos investigadores a concluir que la atribución de creencias falsas aparece en el segundo año de vida, aunque la evidencia disponible es contradictoria. En el presente artículo, presentamos el primer meta-análisis de los datos obtenidos hasta ahora con estas tareas no verbales. Los resultados muestran que los niños de tan solo dos años podrían ser capaces de atribuir creencias falsas, pero también revelan que los efectos son muy heterogéneos y tal vez influidos por sesgos de publicación.
En las interacciones sociales cotidianas atribuimos estados mentales (creencias, deseos e intenciones) a otras personas para predecir y explicar su comportamiento. Por ejemplo, si sabemos que Juan quiere beber zumo y también que Juan cree que el zumo está en la nevera, podemos predecir que Juan buscará el zumo en la nevera. Llamamos «teoría de la mente» a esta habilidad para atribuir estados mentales a las demás personas (y a nosotros mismos) y así realizar predicciones sobre su comportamiento futuro (Premack y Woodruff, 1978).
Para estudiar cuándo surge la teoría de la mente, los psicólogos del desarrollo diseñaron la llamada tarea de creencia falsa (Baron-Cohen, Leslie y Frith, 1985). En esta tarea, los niños ven que una marioneta llamada Sally deja un objeto dentro de una cesta. Mientras Sally está fuera, otra marioneta aparece y cambia el objeto de ubicación: lo esconde ahora en una caja. Cuando Sally regresa, el niño debe responder a la siguiente pregunta: «¿Dónde buscará su objeto Sally?». A partir de los cuatro años, los niños responden de manera correcta diciendo que Sally buscará su objeto en la cesta, donde ella cree (erróneamente) que aún se encuentra (Wellman, Cross y Watson, 2001). El desempeño correcto en esta tarea se ha considerado como la prueba definitiva de que alguien cuenta con una teoría de la mente, ya que es capaz de darse cuenta de que un agente con una creencia falsa posee un estado informacional que es incongruente con la realidad.
Recientemente, sin embargo, un nuevo conjunto de tareas que no requieren una respuesta verbal de los niños ha llevado a diversos investigadores a defender que la atribución de creencias falsas aparecería en el segundo año de vida (véase Scott y Baillargeon, 2017, para una revisión). Los nuevos paradigmas incluyen medidas implícitas y espontáneas, como la «violación de la expectativa» (¿se quedan los niños mirando perplejos cuando Sally busca su objeto en el lugar en que realmente se encuentra?), la «mirada anticipatoria» (¿miran los niños primero el lugar donde creen que Sally buscará el objeto?) y las «respuestas interactivas» (¿ayudan a Sally a buscar el objeto o le señalan una ubicación teniendo en cuenta su creencia?). Sin embargo, 15 años después de estas primeras investigaciones, aún no hay consenso sobre qué capacidades despliegan los niños pequeños en las tareas no verbales, y diversos estudios no han podido replicar los resultados originales (Kulke y Rakoczy, 2018). Por este motivo, hemos realizado el primer meta-análisis de los resultados provenientes de las tareas no verbales llevadas a cabo en niños menores de dos años (Barone, Corradi y Gomila, 2019).
La selección final de estudios incluyó 56 situaciones en las que se midió la capacidad de darse cuenta de que otra persona tiene una creencia falsa. En ellas se testaron un total de 1469 niños con una edad promedio de 19.55 meses. Cuando se analizaron todos los datos disponibles conjuntamente, los resultados indicaron que los niños de esta edad realizaron estas tareas de forma correcta por encima del nivel de azar, es decir, reconocen que la mente de otra persona puede tener una idea que no cuadra con la realidad. Pero también encontramos que los resultados varían mucho de un estudio a otro, más de lo que cabría esperar por el simple azar, lo que sugiere que aún hay factores desconocidos que modulan el efecto. Uno de los factores que parece explicar parte de esta variabilidad es el tipo de paradigma experimental utilizado. En general, el desempeño de los niños es mejor en el paradigma de violación de la expectativa. Finalmente, encontramos que podría haber un sesgo de publicación en este conjunto de trabajos: seguramente algunos estudios con resultados no significativos no fueron publicados, o bien se reanalizaron de diferentes maneras y se publicaron preferentemente los análisis con resultados significativos.
Por último, encontramos algo muy curioso: cuanto más reciente es el estudio, menor es la probabilidad de que encuentre que los niños son capaces de hacer la tarea de creencia falsa utilizada (Figura 1). Obviamente, no es de esperar que las sucesivas generaciones de niños estén volviéndose peores en reconocer las creencias falsas en los demás, por lo que debe haber factores ligados a las propias investigaciones. En general, los estudios más recientes tienen muestras más grandes e incorporan mejores controles, lo que seguramente ha ayudado a corregir sesgos presentes en los estudios iniciales. Al mismo tiempo, es probable que muchos artículos con resultados negativos no hayan podido publicarse hasta fecha reciente.
Este meta-análisis ha sido el primero en proponer una visión integral de todas las tareas no verbales de creencia falsa en niños menores de 2 años. La infancia es un periodo clave del desarrollo durante el cual se utilizan medidas implícitas para testar los orígenes de muchos constructos psicológicos, como la teoría de la mente y la capacidad específica de atribuir creencias falsas. La imagen resultante es, sin embargo, compleja, y cuestiona que se trate de un fenómeno robusto. Por una parte, los efectos tienden a ser estadísticamente significativos, pero también existen obvios indicios de sesgos de publicación que reducen nuestra confianza en ellos. En síntesis, los datos cuadran con la posibilidad de que los niños sean sensibles a los estados mentales de otra persona antes de desarrollar una teoría de la mente plena a los 4 años de edad. Pero las distintas tareas usadas para evaluar la atribución de creencias falsas parecen apoyarse en la capacidad de los niños de detectar estados mentales más simples, como las intenciones y registrar lo que otra persona vio o no vio. Posiblemente, desarrollar una teoría de la mente es un proceso que avanza progresivamente y que empieza de un modo no intelectualizado ni teórico, que va desde la sensibilidad intuitiva de las intenciones (¿qué va a hacer esta persona?) hasta la habilidad de desarrollar explicaciones complejas de su conducta (¿cómo se representa la realidad para actuar de esta manera?).
Referencias
Barone, P., Corradi, G., y Gomila, A. (2019). Infants’ performance in spontaneous-response false belief tasks: A review and meta-analysis. Infant Behavior and Development, 57, 101350.
Baron-Cohen, S., Leslie, A. M., y Frith, U. (1985). Does the autistic child have a “theory of mind”? Cognition, 21, 37–46.
Kulke, L., y Rakoczy, H. (2018). Implicit Theory of Mind – An overview of current replications and non-replications. Data in Brief, 16, 101–104.
Premack, D., y Woodruff, G. (1978). Does the chimpanzee have a theory of mind? Behavioral and Brain Sciences, 1, 515–526.
Scott, R. M., y Baillargeon, R. (2017). Early false-belief understanding. Trends in Cognitive Sciences, 21, 237-249.
Wellman, H. M., Cross, D., y Watson, J. (2001). Meta analysis of theory of mind development: The truth about false belief. Child Development, 72, 655–684.
Manuscrito recibido el 23 de enero de 2020.
Aceptado el 16 de marzo de 2020.
Ésta es la versión en español de
Barone, P., Corradi, G., y Gomila, A. (2020). Do young children have a theory of mind? Ciencia Cognitiva, 14:1, 23-26.