José Ferrer de Luna
Dept. de Filosofía I, Universidad de Granada, España
La capacidad de comunicar y conectar nuestras experiencias subjetivas con las de los demás se denomina ‘intersubjetividad’. ¿Es posible afirmar que se da intersubjetividad en las interacciones entre bebés y adultos? El debate se centra en las capacidades cognitivas y comunicativas que pueden ser atribuidas a un bebé desde su nacimiento hasta finales del primer año de vida. Avances en la investigación y resultados de nuevos experimentos parecen avalar la hipótesis de la intersubjetividad innata.
La cuestión de si las interacciones tempranas entre los bebés y sus cuidadores pueden ser clasificadas como intersubjetivas, como interacciones en las que se comunican y conectan experiencias subjetivas, es un tema muy debatido entre los psicólogos del desarrollo. Por un lado, hay teóricos que niegan la existencia de intersubjetividad hasta que el bebé tiene entre nueve meses y un año. De otra parte, los hay que defienden una capacidad innata en los bebés para las interacciones intersubjetivas.
Para quienes niegan la existencia de capacidades intersubjetivas en el bebé, las interacciones entre estos y los adultos no pueden ser intersubjetivas hasta que los primeros puedan entender a los segundos como sujetos de experiencia, lo cual no ocurre hasta los nueve meses de edad (Tomasello y col., 2005). A esta edad los bebés comienzan a introducir un referente externo en sus interacciones con los adultos llegando, a los 14 meses, al uso de los denominados proto-declarativos: el bebé señala un objeto y, mediante el seguimiento de su mirada, comprueba que el adulto comparte la atención hacia el objeto señalado. Estos triángulos de atención conjunta indican que el bebé ya entiende tanto al adulto como a sí mismo como sujetos de una experiencia compartida. El bebé a esta edad ya es capaz de inferir la presencia de intencionalidad en los otros.
En cambio, los teóricos que consideran la intersubjetividad como una capacidad innata sostienen que los bebés son capaces de comunicar y conectar sus experiencias subjetivas ya desde las primeras semanas de vida (Bråten, 2007). Estos autores destacan los elementos afectivos presentes en la comprensión, reprobando la excesiva prioridad que en los últimos años se ha dado a lo cognitivo. Para estos teóricos, los bebés no precisan de elaboraciones cognitivas o simbólicas, de inferencias, para los intercambios intersubjetivos y no necesitan alcanzar los nueve meses de edad para entender a los adultos como sujetos de experiencia (Trevarthen, 1998). En su opinión, es posible afirmar la existencia de una capacidad innata para captar la expresión de los estados subjetivos de otras personas, tanto el estado mental (la emoción) como la intención comunicativa, de manera directa, sin necesidad de inferencias, que posibilita el intercambio de experiencias subjetivas.
Con objeto de mostrar la existencia de esta capacidad, se han llevado a cabo estudios de las interacciones comunicativas entre bebés de dos a nueve meses y adultos. La cuestión es comprobar si estas interacciones, las denominadas protoconversaciones (intercambios de expresiones, emociones, gestos, vocalizaciones o balbuceos en el caso del bebé) pueden ser consideradas como comunicaciones genuinas, como dando lugar a la intersubjetividad, ya a esta edad.
Una comunicación puede considerarse como genuina si es manifiesta para ambos participantes, es decir, estos han de dar muestras de reconocer su intervención en la misma. La idea es que los sujetos que tienen conciencia de compartir una experiencia comunicativa reaccionan recursivamente modificando sus reacciones según las reacciones del otro y hacen predicciones sobre las posibles reacciones ante las acciones propias. Para los defensores de la intersubjetividad innata el intercambio de expresiones emocionales durante las protoconversaciones puede ser considerado como una comunicación genuina. La manera en la que se desarrolla indica que no se trata de meros reflejos instintivos, sino que muestra la participación activa y el reconocimiento por parte del bebé de estar involucrado en una comunicación.
En un experimento llevado a cabo por Kokkinaki (2010) se microanalizaron, fotograma a fotograma, las variaciones en las expresiones de niños de entre dos y seis meses de edad y sus progenitores. Los resultados mostraron que se da una coincidencia de las expresiones faciales y/o una sintonización de la intensidad emocional entre los bebés y los padres, durante las protoconversaciones y las pausas precedentes y siguientes que tienen lugar en las interacciones entre ellos. Pero los bebés no solo responden a las acciones de la madre, sino que también ‘provocan’ sus respuestas. Experimentos llevados a cabo por Gratier y col. (2015) sobre el tiempo y la forma en que se desarrolla la toma de turnos en las protoconversaciones (cómo, cuándo y durante cuánto tiempo vocaliza el bebé) muestran que los bebés tienen tanto la capacidad de prever turnos como la iniciativa de generar una respuesta vocal de la madre. De otra parte, los experimentos de “Still Face” (Adamson y Frick, 2003), en los que se pide al adulto que interaccione con el bebé durante unos minutos y se detenga de repente, anulando cualquier expresión vocal, facial o corporal, muestran que el bebé espera la reacción del adulto a su acción: cuando este último se detiene, el bebé comienza a irritarse y reclamar su respuesta.
Estos resultados son consistentes con la posibilidad de que las protoconversaciones sean consideradas como comunicaciones genuinas, como el primer diálogo en el que los bebés se involucran. Para Reddy (2008), los bebés perciben la atención cuando la mirada del adulto se dirige a ellos y captan, no la expresión aislada, sino la expresión dentro de la interacción, es decir, los bebés perciben una motivación emocional en los gestos del adulto, sienten su intención de comunicarse y responden, en consecuencia, a dicha intención. Los bebés interaccionan porque están respondiendo al “intento comunicativo de la madre” (Reddy, 2008, p. 61). Están completando la acción interpersonal aún incompleta de la madre, así como esperan la respuesta de la madre a su propio intento de comunicación interpersonal.
Referencias
Adamson, L., y Frick, J. (2003). The Still Face: A history of a shared experimental paradigm. Infancy, 4, 451–473
Bråten, S. (Ed.). (2007). On Being Moved. From Mirror Neurons to Empathy. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamin Publishing Company.
Gratier, M., Devouche, E., Guellai, B., Infanti, y col. (2015). Early development of turn-taking in vocal interaction between mothers and infants. Frontiers in Psychology, 6(1167).
Kokkinaki, T. (2010). Inter-subjectivity during free infant-father “protoconversation” and within-“protoconversations” pauses. Early Child Development and Care, 180, 87–106.
Reddy, V. (2008). How Infants Know Minds. Cambridge, Harvard University Press.
Tomasello, M., Carpenter, M., Call, J., Behne, T. y Moll, H. (2005). Understanding and sharing intentions: The origins of cultural cognition. Behavioral and Brain Sciences, 28, 675 – 691.
Trevarthen, C. (1998) The concept and foundations of infant intersubjectivity. En S. Bråten (Ed.). Intersubjective Communication and Emotion in Early Ontogeny (pp. 15–46). Cambridge: Cambridge University Press.
Manuscrito recibido el 4 de julio de 2017.
Aceptado el 20 de marzo de 2018.