Alberto Domínguez y Manuel de Vega
Dept. de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional, Universidad de La Laguna, España
En la lectura, las sílabas son unidades que permiten al lector poner en comunicación la percepción del estímulo impreso en el papel con la representación de la palabra en su memoria léxica. Su naturaleza es fonológica y su origen está en el habla, pero esta unidad ha sido reutilizada por los procesos de lectura para facilitar el reconocimiento de las palabras.
Muchos aprendimos a leer usando métodos silábicos, «la p con la a, pa, la t con la e, te, la m con la a, ma». Desde luego, es un buen método si consideramos que el español tiene una ortografía transparente, es decir, que mantiene una relación muy regular entre los fonemas y los grafemas que los representan. Esta regularidad garantiza que la unión de los fonemas que forman una sílaba produzca siempre el mismo patrón fonológico. No ocurre así en los idiomas con ortografía opaca, como el inglés, en los que no existe una correspondencia estable entre grafemas y fonemas, de modo que unos mismos grafemas pueden tener distintas pronunciaciones en función de la palabra en la que se encuentren.
La sílaba es principalmente una unidad del habla, y no de la escritura. Hablamos a golpes de sílaba, y en el registro espectrográfico muchas veces se aprecian más claramente las sílabas que los fonemas (véase la Figura 1). Escuchamos directamente las sílabas, como demostraron en 1981, Mehler, Domergues, Frauenfelder y Seguí en un experimento clásico con hablantes del francés. En él, los participantes oían palabras como «palace» o «palmier» y tenían que identificar la presencia de un determinado segmento, que podía ser /pa/ o /pal/. Cuando escuchaban «palace» identificaban más rápido /pa/, pero cuando escuchaban «palmier» identificaban más rápido /pal/. Tal parece que, más que fonemas, lo que escuchamos son sílabas, sobre todo en idiomas como el francés, el español o el japonés, y no tanto en inglés o en alemán, donde pueden predominar series largas de consonantes.
Figura 1.- Variaciones en amplitud y frecuencia a lo largo del tiempo de la frase “todos silabeamos”.
Aunque aparentemente no existen razones obvias para decir que leemos «con» sílabas, sí existen razones experimentales para ello. Hace ya algunos años, descubrimos en nuestro laboratorio de la Universidad de la Laguna que las sílabas son utilizadas como puente entre el estímulo visual impreso y nuestra memoria léxica, allí donde permanecen almacenadas las palabras que vamos conociendo a lo largo de nuestra vida.
Pero, ¿por qué debería ser utilizada una unidad fonológica para una actividad que empieza siendo visual? Podría ser que este traspaso de funciones haya sucedido como otros muchos que se han dado a lo largo de la evolución filogenética: un mecanismo, o un órgano, evolucionado para una finalidad específica, acaba sirviendo para otra distinta. Esto se llama exaptación, y un caso conocido es el de las plumas de las aves, que inicialmente evolucionaron en algunas especies de dinosaurios para regular su temperatura, no para volar.
Hay bastante evidencia experimental que demuestra la recodificación fonológica de los grafemas de las palabras escritas al leer. En este sentido, se ha visto que la palabra «mar» se reconoce más rápido después de haber visto «hola» que después de la palabra «bola», porque «hola» es homófona de «ola», y «ola» se relaciona con «mar». También, Lukatela, Eaton, Lee y Turvey (2001) demostraron que la identificación visual de una palabra es más rápida cuando va precedida de una pseudopalabra (serie de letras pronunciable que no forman palabra) que difiere de ella en un sólo rasgo articulatorio («pola» – «bola») que cuando difiere en dos («dola» – «bola»). Identificamos las palabras porque resolvemos sus códigos articulatorios, como sugirió la Teoría Motora del Habla, de Liberman. No es pues extraño que Pulvermüller (2008) encuentre que al escuchar una palabra no sólo se activa el área de Wernicke, responsable de la codificación fonológica, sino también el área de Broca, responsable de la articulación del habla. Es decir, escuchamos, y leemos, con la boca.
En definitiva, no es casual que, siendo la sílaba una unidad fonológica, del habla, produzca, sin embargo, efectos sobre la lectura. Manuel de Vega y su equipo (1990) realizaron un estudio de lectura de textos en el que medían el tiempo empleado en cada palabra. Cuanto más frecuentes eran las sílabas de una palabra, más tardaba en leerse. Sugirieron que este efecto es debido a que una sílaba muy frecuente dispara o activa en la memoria léxica del lector gran cantidad de palabras. Así, «ma» disparará «masa», «mano», «mata», «mala», «mapa», «mago», etc. Sin embargo, quizá la sílaba «fuen» disparará sólo «fuente». Si la palabra a reconocer es «mano», habrá que apagar todas las palabras activadas previamente por la sílaba inicial «ma» para que «mano» sea reconocida. Sin embargo, si la palabra a reconocer es «fuente», no habrá que inhibir ninguna otra representación léxica (véase la Figura 2, y también Álvarez, Carreiras y Perea, 2004; Carreiras, Álvarez y de Vega, 1993; y Domínguez, de Vega y Cuetos, 1997).
Figura 2.- El reconocimiento de una palabra que comienza por una sílaba de baja frecuencia («fuente») en A, produce una sola activación en el nivel léxico, sin necesidad, por tanto, de emplear tiempo en procesos inhibitorios. En B, el reconocimiento de una palabra que comienza por una sílaba de alta frecuencia («mano») produce la activación de múltiples palabras en el nivel léxico. Todos estos candidatos léxicos activados deberán luego ser inhibidos para que «mano» pueda ser reconocida.
Parece, pues, que la sílaba forma parte de un sistema de activación e inhibición de representaciones léxicas. La activación múltiple de palabras es una propiedad de un sistema como el lingüístico, que utiliza evidencias incompletas para avanzar candidatos léxicos antes de que el sistema perceptivo acabe el análisis de toda la palabra. Así se gana en velocidad. Este avance tiene que combinarse con un mecanismo inhibitorio muy potente, que limpia la memoria de activaciones inútiles. Si ese mecanismo falla, el lector pierde eficiencia.
Referencias
Álvarez, C. J., Carreiras, M., & Perea, M. (2004). Are syllables phonological units in visual word recognition? Language and Cognitive Processes, 19, 427-452.
Carreiras, M., Álvarez, C. J., & de Vega, M. (1993). Syllable frequency and visual word recognition in Spanish. Journal of Memory and Language, 32, 766-780.
De Vega, M., Carreiras, M., Gutiérrez, M y Alonso, M (1990) Lectura y comprensión. Una perspectiva cognitiva. Madrid: Alianza Editorial.
Domínguez, A., De Vega, M. y Cuetos, F. (1997). Lexical inhibition from syllabic units in visual word recognition. Language and Cognitive Processes, 12, 401-422.
Lukatela, G., Eaton, T., Lee, C., & Turvey, M. T. (2001). Does visual word identification involve a sub-phonemic level? Cognition, 78, B41-B52.
Mehler, J., Dommergues, J.Y., Frauenfelder, U. & Segui, J. (1981). The syllable’s role in speech. Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 20, 298-305.
Pulvermüller, F. (2008). Grounding language in the brain. En: M. de Vega, A. Glenberg, y A. Graesser (Eds.). Symbols and Embodiment. Debates on Meaning and Cognition. New York: Oxford University Press.