Ana Navarrete
Anthropological Institute and Museum, Zurich, Suiza

(cc) Christopher Walsh, Harvard Medical School. Derivado creado por TimVickers. Publicación original: https://www.plosbiology.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pbio.0020134.
Una de las mayores incógnitas de la evolución humana es cómo nuestros antepasados pudieron desarrollar cerebros que consumen una elevada cantidad de energía sin que esto repercutiera en su supervivencia. Hasta hace poco se consideraba que nuestro cerebro se benefició de la reducción de otros órganos de alto consumo energético para posibilitar su aumento de tamaño, pero nuevos resultados indican que semejante reducción no tuvo lugar ni en mamíferos ni en primates. En cambio, todo parece indicar que la reducción de costes de locomoción, con la adquisición del bipedalismo, pudo contribuir al aumento de tamaño de nuestros cerebros.

La inteligencia abstracta es lo que más nos diferencia de los restantes animales. Su origen continúa siendo un misterio sujeto a debate. Hay quienes afirman que emergió paulatinamente. En este sentido se ha propuesto que incorporar la carne a la dieta de los homínidos pudo haber sido el detonante que la hizo surgir. Pero esta hipótesis tiene sus lagunas.