Homo floresiensis. Humanos distintos a nosotros.

Carlos Alberto Marmelada
Facultad de Humanidades, Universitat Internacional de Catalunya, España.

(cc) SBishopDesde su descubrimiento, la polémica en torno al estatus de Homo floresiensis no ha cesado. ¿Son humanos de nuestra propia especie, pero que eran pigmeos que padecieron enanismo, microcefalia y otra serie de patologías, o se trata de miembros de una especie distinta a la nuestra? El hallazgo de restos pertenecientes a 13 individuos y el estudio de varias partes de su esqueleto avalan la segunda hipótesis.

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En octubre de 2004 saltaba a los medios de comunicación una noticia que dejó atónitos a todos los especialistas del mundo, así como al gran público en general. El equipo dirigido por Mike Morwood y Peter Brown anunciaba el descubrimiento de una nueva especie humana: Homo floresiensis (Brown et al. 2004).

Según el paradigma clásico, nuestra especie se quedó como única representante del género humano tras la desaparición de los últimos neandertales hace alrededor de 28.000 años. Sin embargo, el descubrimiento de la Isla de Flores alteraba este modelo, al dar argumentos muy sólidos a favor de una hipótesis realmente sorprendente y excitante por sus consecuencias. Según sus descubridores, todos los restos humanos con más de 12.000 años encontrados en la cueva de Liang Bua (Figura 1) pertenecen a una especie de humanos diminutos que no son antepasados nuestros, constituyendo una especie distinta a Homo sapiens.

Figura 1

Figura 1.- Cueva de Liang Bua. (cc) Rosino.

Su característica principal es el reducido tamaño de sus cuerpos. La estatura de un adulto no excedía los 110 cm., menos que un pigmeo actual (los Bambuti o Mbuti del Congo, por ejemplo, miden un promedio de 145 cm. los varones y 138 cm. las mujeres). De hecho, la talla de estos homínidos es similar a la de los Australopithecus de hace 3,5 millones de años y a la de los primeros humanos de hace 2,5 millones de años. Sus cerebros eran, igualmente, muy pequeños si los comparamos con los nuestros. El único cráneo que se ha encontrado hasta el momento tiene un volumen de 417 cc., lo que significa que el cerebro de los Homo floresiensis era ligeramente mayor que el de los chimpancés y similar al de los Australopithecus más primitivos. A pesar de ello su estructura es claramente humana (Falk et al., 2005; Marmelada, 2005).

Pero esto no quiere decir que fueran poco inteligentes o que tuvieran un estilo de vida muy poco humano. Al contrario, los restos arqueológicos y paleontológicos asociados a estos fósiles indican que sus relaciones sociales debían de ser complejas. Fabricaban herramientas de piedra tecnológicamente sofisticadas (Morwood y Roberts, 2004) y durante un rango cronológico muy amplio, lo que implica que de una generación a otra se transmitían los conocimientos y las habilidades. Dominaban el fuego y cazaban elefantes enanos, lagartos gigantes y otros animales, cacerías que requerían a menudo la acción coordinada de un grupo y la utilización de armas, tales como lanzas. Todo ello con un cerebro del tamaño de un pomelo.

Sin embargo, hay investigadores que son reacios a aceptar que los humanos diminutos de Liang Bua sean miembros de una especie distinta a la nuestra, opinando que más bien se trata de miembros patológicos de nuestra especie. Por ejemplo, Robert D. Martin y su equipo consideran que son sapiens microcefálicos (Martin, 2006). Dean Falk respondió a Martin que el cráneo Liang Bua no presentaba ningún tipo de enfermedad (Falk, 2006).

Según el equipo de Teuko Jacob (el decano de la paleoantropología indonesia), los H. floresiensis en realidad serían Homo sapiens enanos predecesores de los pigmeos Rampasasa que habitan actualmente la región (Jacob et al., 2006). A este respecto hay que tener en cuenta que, hasta el momento, los restos humanos más antiguos asignados a H. floresiensis tienen 95.000 años. Aunque fueran de Homo sapiens (enfermos o no) significaría ya un descubrimiento excepcional, puesto que los fósiles más antiguos de nuestra especie hallados fuera de África son los de Israel y tienen una antigüedad de 90.000 años. En este supuesto, significaría que deberíamos revisar las fechas relativas a la salida de África y el ritmo de expansión por el continente. Además, hay que tener presente que los investigadores que trabajan en Liang Bua ya han encontrado restos humanos pertenecientes a 13 individuos diferentes con las mismas proporciones corporales, en donde ninguno sobrepasa los 106 cm. de altura. De modo que hay que preguntarse: ¿cuál es la probabilidad de encontrar trece individuos de una antigüedad comprendida entre los 95.000 años y los 12.000 años y que todos ellos sean pigmeos enanos, microcefálicos y sin mentón? Prácticamente cero. Por otra parte, la presencia de humanos como nosotros está documentada en Flores sólo a partir de hace 10.500 años, pero entre ellos no se encuentran fósiles que presenten los signos de enanismo y las patologías que se le quieren atribuir al cien por cien de los Hobbits de Liang Bua.

Las herramientas asociadas a H. floresiensis también han sido objeto de controversia. Hay quienes opinan que son demasiado sofisticadas como para que las puedan haber hecho ellos y estiman que debieron ser obra de Homo sapiens. Sin embargo, los miembros del equipo de Morwood han documentado el descubrimiento de centenares de herramientas de piedra en Mata Menge, 50 Km al oeste de Liang Bua, que son morfológicamente muy similares a aquéllas, pero de entre 700.000 y 800.000 años de antigüedad, medio millón de años antes de que aparecieran los primeros Homo sapiens (Broom et al., 2006). Esto demuestra que en aquella región había homínidos capaces de hacer herramientas muy sofisticadas, de manera que los H. floresiensis bien podrían ser los herederos de aquella tradición.

Este conjunto de datos, así como el resultado del estudio de diferencias morfológicas en los huesos del hombro, la muñeca y el cráneo, hacen suponer que H. floresiensis es realmente una especie distinta a la nuestra. La pregunta ahora es: ¿cuál fue el origen de Homo floresiensis?

Referencias

Brown, P., Sutikna, T., Morwood, M. J., Soejono, R. P., Jatmiko, Wayhu Saptomo, E. & Awe Due R. (2004) A new smallbodied hominin from the Late Pleistocene of Flores, Indonesia. Nature, 431, 1055-1061.

Brumm, A., Aziz, F., van den Bergh, G. D., Morwood, M. J., Moore, M. W., Kurniawan, I., Hobbs, D. R. & Fullagar, R. (2006) Early stone technology on Flores and its implications for Homo floresiensis. Nature, 441, 624-628.

Falk, D., Hildebolt, C., Smith, K., Morwood, M. J., Sutikna, T., Brown, P., Jatmiko, Wayhu Saptomo, E., Brunsden, B. & Prior, F. (2005) The brian of LB1, Homo floresiensis. Science, 308, 242-245.

Falk, D., et al. (2006) Response to Comment on «The Brian of LB1, Homo floresiensis». Science, 312, 999b.

Jacob. T., Indriati, E., Soejono, R. P., Hsü, K., Frayer, D. W., Eckhardt, R. B., Kuperavage, A. J., Thorne, A. & Henneberg, M. (2006) Pygmoid australomelanesian Homo sapiens skeletal remains from Liang Bua, Flores: Population affinities and pathological abnormalities. Proceedings of the National Academy of Sciences, 113, 13421-13426.

Marmelada, C.A (2005) El Hombre de Flores asombra a los científicos. Aceprensa, Servicio 27/05.

Martin, R., MacLarnon, A. M. , Phillips, J. L., Dussubieux, L., Williams, P. R., Dobyns, W. B. (2006) Comment on «The Brian of LB1, Homo floresiensis». Science, 312, 999b.

Morwood, M.J. & Roberts, R.G. (2004) Archaeology and age of a new hominin from Flores in eastern Indonesia. Nature, 431, 1087-1091.

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