¿Es caracol una chica o un chico? El efecto del género gramatical sobre nuestro sistema cognitivo

Anastasiia Ogneva
Dept. de Psicología Evolutiva, Universidade da Coruña, España

(cc) Anastasiia Ogneva, adaptada de Randy Robertson (cc).

(cc) Anastasiia Ogneva, adaptada de Randy Robertson (cc).

El género gramatical, a pesar de ser solo una categoría lingüística que clasifica los sustantivos en grupos, influye en nuestro modo de ver el mundo. Reviso aquí trabajos recientes que han demostrado que el género gramatical afecta el modo en que pensamos sobre los referentes de las palabras y presento en detalle un estudio que muestra que su influencia es muy temprana. Este resultado es coherente con la famosa hipótesis whorfiana, según la cual la lengua que hablamos influye en cómo percibimos y conceptualizamos el mundo.

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¿Alguna vez te has preguntado si un caracol se parece más a un hombre o a una mujer? Posiblemente, si eres nativo de español y no te has especializado en malacología, contestarías que lo ves como un hombre. Pero si fueras un hablante de ruso, dirías que “ulitka” se parece más a una mujer. ¿Cuál es la razón de esta diferencia en percepción del mismo caracol? La respuesta está en que las dos lenguas clasifican este sustantivo de forma diferente: es masculino en español y femenino en ruso.

Según la definición de la RAE y ASALE (2010), “el género es una propiedad gramatical de los sustantivos y de algunos nombres que incide en la concordancia con los determinantes, los cuantificadores y los adjetivos o los participios”. El género gramatical siempre ha provocado mucho interés en los investigadores. Por un lado, llama la atención su procesamiento y el papel que desempeña en el acceso léxico. Por otro lado, es interesante estudiar las diferencias interlingüísticas: muchas lenguas carecen de género (p.ej., el húngaro), mientras que en otras lenguas el género es una de las categorías lingüísticas centrales que modifica todas las oraciones y exige la concordancia entre el sustantivo y otras palabras. Por ejemplo, de los 257 idiomas, incluidos en el World Atlas of Language Structures, 144 no tienen género gramatical, mientras que los 113 restantes sí (véase la Figura 1).

El estudio del género se produce desde diferentes enfoques: la lingüística histórica se ocupa de buscar el origen del género, la psicolingüística se centra en su procesamiento y adquisición, los estudios sociales y la antropología investigan el efecto del género gramatical en el lenguaje (no) sexista. En el marco de la lingüística cognitiva, se han llevado a cabo varios estudios que demuestran que el género gramatical, a pesar de ser a veces arbitrario, influye en nuestro modo de percibir y clasificar los objetos del mundo.

En esta línea se ha propuesto que los hablantes de una lengua como el español suelen asociar los objetos inanimados con los estereotipos de “hombre” y “mujer” en función del género gramatical del nombre que designa el objeto en cuestión. Por ejemplo, se ha observado que en una tarea de asignación de voz de hombre o mujer a objetos inanimados los nativos de español se dejan influir más por el género del nombre del objeto que por la voz asignada al mismo (Sera, Berge y del Castillo, 1994). Por otra parte, analizando la base de datos de arte clásico ARTstor, Segel y Boroditsky (2011) concluyeron que el género gramatical permea incluso el arte. Así, se demostró que en el 78% de los casos, conceptos asexuales como amor, tiempo, justicia o pecado, se personificaban en el arte según el género gramatical del nombre de estos conceptos en la lengua del autor. Por ejemplo, la muerte se representa como un hombre en las obras de alemanes (“der Tod” es masculino), mientras que los franceses dibujan mujeres para representarla (“la mort” es femenino).

En un estudio reciente llevado a cabo por Incera y col. (2018) se compararon las asociaciones sexuales de instrumentos musicales por parte de hablantes de inglés y español. Por primera vez en este tipo de estudios, se utilizó la técnica de seguimiento del ratón (“mouse-tracking”), que consiste en analizar la trayectoria del movimiento del ratón por la pantalla del ordenador. Los ítems de prueba se mostraban en el centro de la pantalla con la instrucción “por favor, piense en el sexo de cada instrumento y responda haciendo clic en algún lugar entre Varón y Hembra en la barra de respuesta” (véase la Figura 2).

Figura 2.- Ejemplo de ensayo en el estudio de Incera y col. (2018). Los participantes tenían que hacer click en la barra de respuesta (arriba) para indicar qué sexo representa mejor este instrumento.

Figura 2.- Ejemplo de ensayo en el estudio de Incera y col. (2018). Los participantes tenían que hacer click en la barra de respuesta (arriba) para indicar qué sexo representa mejor este instrumento.

Estudios previos indican que los instrumentos musicales tienen asociaciones con la masculinidad y la feminidad por razones que no tienen nada que ver con el género gramatical (Abeles, 2009). En general, instrumentos pequeños, con sonidos agudos y suaves, se asocian con lo biológicamente femenino, posiblemente porque las mujeres son de menor tamaño que los hombres y tienen una voz más aguda. Al contrario sucede con instrumentos grandes con sonidos graves y bruscos. Dado que el inglés es un idioma que no tiene género gramatical para los objetos inanimados (todos los nombres de instrumentos musicales son de género neutro en inglés), los autores usaron las asociaciones que hacen los anglófonos como condición de control. Para ver el efecto del género gramatical sobre esas asociaciones, Incera y col. (2018) las midieron en hablantes de español, donde algunos de los instrumentos son de género femenino y otros masculino. De forma clave, en ocasiones el género gramatical del nombre del instrumento coincide con la “masculinidad” o “feminidad” del objeto (p.ej., “flauta”), pero en otros casos no hay coincidencia: la palabra “tuba” es gramaticalmente femenina en español, pero se trata de un instrumento muy varonil. Los autores, por lo tanto, predecían que, a la hora de clasificar los objetos como varón o hembra, los ingleses solo utilizarían sus asociaciones semánticas, mientras que los hispanohablantes se dejarían llevar por los dos tipos de información (tanto asociaciones semánticas como el género gramatical del nombre del instrumento). La gran cuestión de este estudio era si el género gramatical afectaría la trayectoria de movimiento del ratón antes o después del efecto de las asociaciones semánticas.

Los resultados mostraron que los hispanohablantes usan las dos fuentes de información disponibles. Esto se observa claramente en la Figura 3, que representa las trayectorias medias del ratón de los españoles para las asociaciones semánticas femeninas (línea roja) y masculinas (línea azul). En esta figura la posición del ratón se representa en el eje-y (las respuestas masculinas se miden de -100 a 0 y las femeninas de 0 a 100), mientras que el eje-x representa el tiempo.

Figura 3.– Trayectorias normalizadas medias del ratón para asociaciones semánticas masculinas (línea azul) y femeninas (línea roja) en españoles. Panel A: género gramatical femenino en español. Panel B: género gramatical masculino en español. (Figura adaptada de Incera y col., 2018). El eje y representa el punto donde se hizo click en la barra de respuesta. El eje x representa la duración normalizada del movimiento del ratón dividido en 100 periodos temporales iguales.

Figura 3.– Trayectorias normalizadas medias del ratón para asociaciones semánticas masculinas (línea azul) y femeninas (línea roja) en españoles. Panel A: género gramatical femenino en español. Panel B: género gramatical masculino en español. (Figura adaptada de Incera y col., 2018). El eje y representa el punto donde se hizo click en la barra de respuesta. El eje x representa la duración normalizada del movimiento del ratón dividido en 100 periodos temporales iguales.

Así, se puede apreciar que en los ítems congruentes, aquellos en los que el género gramatical coincide con la asociación semántica (p.ej., flauta y contrabajo), los participantes españoles movían claramente el ratón hacia “Hembra” (línea roja, panel A) o hacia “Varón” (línea azul, panel B) respectivamente. No obstante, si nos fijamos en la trayectoria del ratón en los ítems incongruentes (p.ej., tuba y coro), podemos observar que este apenas se ha desviado del centro de la pantalla, dando lugar a dos líneas prácticamente horizontales (la azul en el panel A y la roja en el panel B). Esta clasificación neutra de los instrumentos evidencia el conflicto existente entre el género semántico y el gramatical.

Volviendo a la gran cuestión de este estudio, ¿cuándo interviene el género gramatical en el proceso de clasificación de los instrumentos musicales, antes o después de las asociaciones semánticas? Para responderla, los autores localizaron el momento en que se separan las líneas para los objetos varoniles y femeninos en la Figura 3, promediando los dos paneles (lo cual nos indica en qué momento comienza a notarse el efecto de las asociaciones semánticas) y lo compararon con el momento en que se separan las líneas para los objetos de nombre gramaticalmente masculino y femenino, ahora promediando dentro de cada panel. Para los españoles, las asociaciones semánticas afectan a la trayectoria del ratón 1040 ms después de ver la palabra-estímulo, mientras que el género gramatical afecta a la trayectoria 980 ms después del inicio de la prueba, es decir, 60 ms antes que las asociaciones semánticas. Por tanto, los españoles empiezan a clasificar los instrumentos musicales utilizando el género gramatical de la palabra y después se dejan llevar por las asociaciones semánticas. Como era de esperar, los participantes ingleses no se vieron afectados por el género gramatical español.

En definitiva, los estudios aquí mencionados y muchos otros demuestran que hay un efecto del género gramatical sobre nuestra percepción y clasificación de los objetos del mundo. Sin embargo, aún quedan cuestiones por resolver. Por ejemplo, la mayoría de las investigaciones se han llevado a cabo con lenguas indoeuropeas, por lo cual sería interesante explorar este aspecto en lenguas menos estudiadas (p.ej., lenguas bantúes, papúes y ugrofinesas, entre otras).

Referencias

Abeles, H. (2009). Are musical instrument gender associations changing? Journal of Research in Music Education, 57, 127–139.

Boroditsky, L., y Schmidt, L. A. (2000). Sex, syntax, and semantics. Proceedings of the Annual Meeting of the Cognitive Science Society, 22 (Disponible online at https://escholarship.org/uc/item/0jt9w8zf).

Corbett, G. G. (2013). Number of genders. En: Dryer, M. S., y Haspelmath, M. (Eds.), The World Atlas of Language Structures Online. Leipzig: Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology (Available online at https://wals.info/chapter/30).

Incera, S., McLennan, C. T., Stronsick, L. M., y Zetzer, E. E. (2018). Is tuba masculine or feminine? The timing of grammatical gender. Mind and Language. https://doi.org/10.1111/mila.12223

Real Academia Española & Asociación de Academias de la Lengua Española (2010). Nueva Gramática de la Lengua: Manual. Madrid: Espasa.

Segel, E. & Boroditsky, L. (2011). Grammar in art. Frontiers in Psychology, 1. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2010.00244

Sera, M. D., Berge, C. A. H., & del Castillo Pintado, J. (1994). Grammatical and conceptual forces in the attribution of gender by English and Spanish speakers. Cognitive Development, 9, 261-292.

Manuscrito recibido el 21 de febrero de 2019.
Aceptado el 4 de octubre de 2019.

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